23 de marzo de 2022. Miércoles.
FLORECE LA ALEGRÍA
FLORECE LA ALEGRÍA
-Un largo rosario de días con lluvia; abiertos los manantiales del
cielo, la tierra se esponja y en los embalses florece la alegría; se estaban
quedando sedientos y ahora se embellecen de júbilo. Con el salmo 46, canto: «¡El
correr de las acequias alegra la ciudad de Dios!». El agua es movimiento, es
vida, es exaltación; es sueño que sueña. Sueña caminos que, con el tiempo, y
con solo deslizarse, los va haciendo. Anda y anda, y ella que carece de forma,
le da forma a las cosas, –ejemplo– el Cañón del Colorado. Modela la tierra por
donde se desliza. Desde que la oí en una película de Bruce Lee, sigo pensando
en esta hermosa metáfora de la vida: «Vacía tu mente; vacía tu mente y no
tengas forma. Sé un ser sin forma, como el agua. Si pones agua en una taza, el
agua se hace taza, si en una botella, se convierte en botella… Sé agua, amigo».
Nunca cambies tu ser, tu identidad, sé siempre tú, pero de espíritu flexible, no
te obstines en algo, porque con el tiempo variará, se transformará. La veleta
no cambia, cambia el viento. La veleta está, aunque la haga girar el viento. En
un solo caso el agua deja de ser agua: con el vino –y la fe– se hace bebida de
salvación: eucaristía. Es ascendida: de cosa natural, pasa a ser, con el vino y
la palabra –y el recuerdo– cosa consagrada, digna de adoración: Dios, Diario,
se encubre en ella, llaneza de Dios (12:44:01).