2 de marzo de 2022. Miércoles.
CENIZA PARA UNA CRUZ
CENIZA PARA UNA CRUZ
Esperando la primavera, en Salinas de San Pedro. Murcia |
-Esta mañana han puesto en mi frente una cruz hecha con ceniza. La cruz,
en sí misma, es horror, resto de un fuego, escoria de una vida. Ceniza esta,
sin embargo, que volverá a arder. En la fe. Así empieza la Cuaresma –Miércoles de
Ceniza– hasta llegar a la Pascua. Ceniza y cruz –con fe– son resurrección. Fuego
de resurrección que, portado luego por el Espíritu, en Pentecostés se convertirá
en un incendio incontenible en las cabezas y en las lenguas de los llamados por
Jesús para decir y anunciar el evangelio a toda criatura; con el fuego del
Espíritu, ardiéndoles en la lengua, serán llamados Apóstoles de la Palabra.
Esta mañana, a un pequeño grupo de ancianos sacerdotes, nos han marcado con la
cruz de la ceniza; no sólo en la frente, sino, además, en el más allá de la fe.
Sin fe, desprendida la ceniza, quedaría en nada la cruz; sin embargo, borrada esta
ceniza, permanecerá –en la fe– la cruz, que es paso para la Vida. «¡Dios mío,
Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?», clama Jesús. ¿Abandonado, y al otro
lado de la muerte estaba Dios con la resurrección? La cuaresma empieza con la
cruz y termina con la cruz, antes del gran reverdecer de la vida en la resurrección,
en la Pascua: tiempo de pastos
celestes. Cruz de ceniza y cruz de muerte, ambas como paso previo a aquel
amanecer de prisas y pasmos, y de sepulcro vacío con sudarios por los suelos y
jóvenes –ángeles– que dicen: «No está aquí, ha resucitado». Con una seguridad
que da firmeza a todos. La misma firmeza con que ahora nos signamos la frente
con ceniza, para que la cruz nos siga llevando por el camino, casi siempre
tortuoso y difícil, de la fe a la Vida. Hoy, Diario, con la ceniza, el ayuno,
la abstinencia, y la contemplación de la pasión y muerte de Jesús, ya se
vislumbra la resurrección, como un enjambre de aleluyas –palomas de alegría–revoloteando
por el sepulcro vacío (12:20:06).
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