26 de octubre de 2022. Miércoles.
TRASTO VERBAL
-A las cosas inútiles, lastimadas, viejas o que estorban se les llama
trastos. Puede ser un trasto, por ejemplo, un piano de cola sin cola; o un
lírico sin lírica; o un ataúd sin muerto. También puede serlo un etcétera sin
nada que añadir a lo ya dicho. El etcétera puede significar que en una
disertación se callan cosas o porque supondrían sobreabundancia o porque no
interesa decirlas; pero también, porque el orador o maestro o predicador, luego
de lo expuesto, no sabe que decir más, aunque hubiese cosas que pudieran ser
dichas. Esto último sería un etcétera fulero o de tahúr del Misisipi. Es el
etcétera de la ignorancia. En el póker se le llama farol. Y mentira, en confesión.
Aunque trasto, la palabra, en su
significación, puede ser también una metáfora. E incluso un elemento arrojadizo
virtual: como el tirarse los trastos a la cabeza, de un político a otro, que
suele ocurrir casi todos los días. La metáfora es un mundo dentro de otro
mundo, que casi siempre causa asombro y hace que la imaginación salte en
vuelos, o se haga vuelos. El volar de la metáfora. Así como se ha dicho «la
imaginación al poder» (Marcuse), también podría decirse el trasto, o lo que se
acuerde, a la cabeza. Es el «y tú más» del arrabal. Es, en todo caso, un gesto
de mala educación, que se suele usar frecuentemente en esta España nuestra –«mi
querida España, esta España mía», de Cecilia–. Ay, Diario, en esta hora de
nuestras vidas, la mala educación está a la orden del día, como una plaga
maligna (12:48:01)