22 de diciembre de 2022. Jueves.
MUDEZ
MUDEZ
Silencio de la rosa en el jardín. Casa Sacerdotal. Murcia. |
-Visto que había perdido todas las palabras, quedó en silencio, y
entonces supo que era sabio, cuando no tuvo nada que decir y sí que buscar, escuchar
y asombrarse. Se llenaba los ojos del sentir y la belleza de las cosas y luego
exclamaba: «¡Oh!», y, en la exclamación, admiraba y celebraba al Creador. Y es
que en la redondez de la O, el sabio encontraba la infinitud, donde se mueve la
divinidad. El sabio calla más de lo que dice, por eso, cuando llega el momento,
dice cosas sabias. Como aquel sabio callado y siempre en expectación, que, por
señas, decía a sus discípulos: «En boca cerrada no entran moscas»; en lo que
todos los sabios estuvieron y siguen estando totalmente de acuerdo. Este sabio
se adelantó a Borges, que dijo: «No hables a menos que puedas mejorar el
silencio». O el sabio Jenócrates, filósofo griego, discípulo de Platón, que afirmó:
«A menudo he lamentado mi discurso, nunca mi silencio». Mientas no los hagas
sandez con tus palabras, tus silencios son sabiduría, vuelo, ensoñación. Subido
al tren del silencio, Diario, no oigo más que el piar de los pájaros y los
otros hermosos silencios del pasajero que se sienta a mi lado: del que solo se
intuyen las palabras que, en silencio, lee con fruición y una sonrisa en los
labios: es feliz (11:58:38).