28 de noviembre de 2022. Lunes.
UN DÁTIL DE NUNCA ACABAR
UN DÁTIL DE NUNCA ACABAR
-Para darle qué hacer a las piernas (y al corazón, según dicen), he
salido a pasear. Y me he cansado. He descubierto que los años se notan al andar
y en el hecho de darle más importancia a los recuerdos que a los proyectos. La
vejez omite pasos y acrecienta recuerdos. El corazón se alimenta, dicen, de los
pasos que se dan. Pasos y corazón van unidos. Como los recuerdos y los años.
Con todo, yo intento que los proyectos superen a los años, y es así como logro
quitarme años de encima. ¿Cuántos años tienes?, me preguntan. Menos que
proyectos, contesto, y quedo como el que prepara una oposición o proyecta un
viaje a las estrellas; es decir, a punto de ser siempre joven. En perspectiva
tengo un libro de poemas, un libro de cuentos y el Diario en mi blog; y no detengo
la fábrica de los sueños que es el leer. Ahora releo La Eneida y no cejo con la Biblia,
y me apresuro con Ortega, etcétera. Rezar, andar y leer son tres antídotos
contra la vejez. Me gusta el anciano Joseph Ratzinger (el papa emérito Benedicto
XVI), porque siempre tiene un libro que ofrecer. Ratzinger cumple más libros
que años. Como digo, una vez más estoy releyendo La Eneida, libro que, aunque escrito por Virgilio, es, según Paul
Valéry, poeta, el mejor libro de Homero. Parece que esta vez el alumno superó
al maestro. Se piensa que Homero es más porque abrió caminos; pero Virgilio lo
supera, dicen, porque los define y los ensancha. Da la sensación de ser más mar
el mar de Virgilio que el de Homero y más precisos y excitantes los personajes
que delinea en su libro. Es un novelista
excepcional de la antigüedad más moderna. Releer a Virgilio es como ponerse un
dátil en la boca y paladearlo sin fin: un dátil –ocurre con cualquier libro
excelso– de nunca acabar. Al caer la tarde, Diario, salgo a pasear y veo mi
pequeño mundo de la araña y el mirlo, de la tórtola y la hoja que cae y de la
hormiga que aún resiste al otoño que agoniza, y veo a Dios moverse en esta altísima
belleza de su creación: «Dios miró y vio que todo lo que había hecho era bueno»,
dice la Escritura (17:18:12).
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