22 de noviembre de 2022. Martes.
CANSANCIO EN EL SUELO
CANSANCIO EN EL SUELO
-La lluvia, si no es torrencial, es lirismo, rumor, tecla que se hace
música en las hojas, cansancio en el suelo. Machado saca su verso a pasear y lo
hace otoño, con nubes cenicientas que ensombrecen el campo de Castilla; al
igual que Juan Ramón que hace que por el jardín ande el otoño: «La vida –el
árbol, el jardín… ¡la muerte!– / está de luto bajo el cielo blanco». Todo verso
tiene un jardín y una hoja caída, quizá, con los que hablar. Yo, de mañana, miro
el jardín desde mi balcón y lo hago lugar de rezos, y de confidencias con las
plantas. Hablo –así suelo– a Dios y a su obra; o sea, hablo al Moisés de
Miguel Ángel para que me oiga Miguel Ángel: así el uno me lleva al otro:
la obra, a su autor. Le hablo al Moisés, y se me aparece Miguel Ángel; o a Dios
en la rosa, si le hablo a ésta de Dios. La palabra que regalo a la rosa es oída
por el Dios que creó la rosa, y así me oyen la rosa y Dios, su hacedor, y mi
oración se hace palabra encarnada en Dios. Si Dios, en su Hijo, se hizo Palabra
encarnada en la naturaleza humana, mi palabra, en la rosa, se hace palabra
encarnada en Dios. El objeto de mi palabra dada a la rosa, no es la rosa, sino
Dios. San Francisco hacía esto: hablando al sol, a la luna, al viento, a la
lluvia, a la madre tierra, hacía alabanza a Dios. Yo hablo a la rosa, a la
aceituna en el olivo, o a la lluvia en el jardín, y me oye Dios. Yo hablo a las
cosas, Diario, y percibo el oído de Dios oyéndome en ellas: así lo creo y así
lo escribo (17:14:46).
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