18 de febrero de 2014. Martes.
DUDAS
Existencia y contemplación, en el parque. F: FotVi |
-A veces dudo sobre si escribir o leer; si escribo, doy, si leo, recibo.
¡Y son tan cortos los días de la vida!, reflexiono. La lectura supone
enriquecer el caudal interior del manantial, su alma, su gajo fluvial, que hace
posible, a flor de tierra, el borbollón del mismo; la escritura, por el
contrario, es el manantial en marcha, que pule piedras, alimenta huertos, y
refleja paisajes, y se va, yéndose, pero quedando. El manantial reposa, el
arroyo corre; pero uno y otro son luz, y guiño de vida. Leer es alimentar de aceite
la lámpara; escribir es lograr que ese aceite sea luz. Yo diría con Vargas
Llosa, que aprender a leer ha sido lo más importante que me ha ocurrido en la
vida. Recuerdo aún el día, allá por el año 40-41 (antes había sido la guerra), que
llegué a casa y dije: «Mamá, ya sé leer», y, en el Catón, creo, hice mi primera demostración de lector todavía con torpezas
y dudas. Madre me miró largo rato, luego me besó (ella que casi nunca lo hacía)
y me dijo: «Vete a jugar». Me parece recordar que se limpió una lágrima. O quizá,
no. No sé. Desde entonces, leo y leo, como una obsesión. Hubo un tiempo, de
niño, en que leía de todo, hasta los papeles sueltos que encontraba en la
calle. Hojas volanderas de periódico, páginas arrancadas de un libro (cuando
hacía viento los pillaba al vuelo), y tebeos, mi pasión. En los tebeos, perfeccioné
mi facultad de leer y supe lo que era meterse en mundos de aventura y fantasía,
donde todo era posible, hasta penetrar en el espíritu del héroe y dar sablazos
con él e incluso enamorarse (ah, Sigrid, la reina de la isla de Thule) con él. Ahora
estoy en la lectura de un libro de Hegel,
Poética, de la colección Austral, sobre el arte de escribir y saborear el
objeto poético. Es árido, profundo, sistemático, pero esclarecedor. Y bello,
sin embargo. Tras estudiar las otras artes, como la arquitectura, la escultura,
la pintura y la música, Hegel estima que la poesía es la síntesis de todas las
formas de belleza, y la más excelsa. Pues por medio de la palabra, dice, se
puede expresar tanto lo que las otras artes expresan como lo que no. ¡La
palabra! Y, con la Poética de Hegel, y en segunda tentativa, leo Rayuela, de Cortázar, que ya intenté una
vez y no pude acabar. Con todo, Diario, escribo y leo, y rezo, y paseo, y cada
día (quizá porque ya noto que se va acabando el tiempo) amo más las cosas que
me rodean, hasta las más humildes, como la mota de polvo que quito de la mesa o
del cristal de las gafas, artilugio este al que todos los días doy las gracias por
ayudarme a percibir lo que hay más allá de mí mismo, o el milagro de la existencia,
de la vida, aunque sea la de una roca o la de un díptero molesto (20:32:33).