8 de mayo de 2020. Viernes.
BUSCAR LUCIÉRNAGAS
Peinando el viento. Playa Las Canteras. Las Palmas. Gran Canaria. F: FotVi |
-Decía Juan Rubio, cura y periodista: «En un mundo
en el que las tinieblas afloran, lo que hay que hacer es encender una cerilla.
No lamentarse». Yo diría: «O hacer por encontrarse con una luciérnaga». Porque
la cerilla hay que encenderla, supone un esfuerzo, y la luciérnaga te la
encuentras encendida. Pero sobre todo: no lamentarse. Yo me lamento por aquello
que hubiera podido dominar, pero no por lo que me domina a mí. Lamentarse por
el coronavirus, es entrar, gratuitamente, en el laberinto del estupor. Lugar este
donde solo hay murciélagos de cara mala y de risas siniestras y no pájaros que con
su vuelo iluminen la mirada. Lamentarse es hacerse tejido de tiniebla en las
tinieblas, romper la esperanza en pedacitos y tirarla al aire, como el humo, y
que se pierda en el espacio. Como decía la mística y sencilla amante de las
cosas de Dios, Santa Teresa: «Hay que agotar todos los esfuerzos antes de quejarse».
El esfuerzo de contar hasta diez, o hasta cien, o hasta mil, antes del gemido o
del llanto. Antes de la desolación. En vez de lamentarse, encender cerillas,
buscar luciérnagas, hacer pompas de jabón que hagan soñar a los niños, o peinar
el aire: Diario, cualquier cosa (18:53:27).