4 de mayo de 2020. Lunes.
CURAS DE BATA BLANCA
Fuego de llamas blancas. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Hay curas que, por la vestimenta, parecen papas y,
sin embargo, son solo capellanes de hospital. Curas de la bata blanca y la
bendición en su sonrisa y en su mano derecha. La bendición siempre dice bien de
aquello a lo que exorciza. Pero estos curas van con la humildad por delante: si
me llaman, dicen. Nunca invaden, nunca imponen, se dan solo. Si los llaman van
y bendicen al enfermo que resiste en el dolor o al que va a morir. Sin
preguntarle ni credo político ni religioso, ellos solo bendicen; es decir, dan
paz, serenan la estancia en el sufrimiento del enfermo o en su partida. Con la
bendición, dan un golpe de Dios en la mesa de la enfermedad. Es como decir: «No
estáis solos», y el cura de blanco, después de bendecir, se va con su sonrisa y
su pesar a otro enfermo, a otro necesitado de compañía, de bendición. A otro que
le llama, que le mira pidiéndole ayuda sin palabras, solo con el sangrar de su
mirada. Y el cura que no es papa, solo capellán de bata blanca, entra en la
habitación y, con Dios, Diario, le da su mano amiga, su alivio de hermano, su amistad de padre (18:33:33).
Los curas de bata blanca reparten con su beatitud y sonrisa la bendición que ilumina almas. Siempre han sido mensajeros de paz, antes, de riguroso negro y, ahora, de blanco impoluto. Los curas siempre son de espíritu albo, sanadores de almas infectadas por el miedo, por el dolor, por la desesperanza. Imparten bendiciones a los que viven en el dolor y, en sí mismos, son bendición.
ResponderEliminarQué bien los describes, José María, gracias; en esta pandemia se habla de todo: de cómo se están dejando la vida en su trabajo los médicos y demás personal sanitario, todos los que se mueven alrededor del enfermo. Maravilloso. Pero de los capellanes de hospital nadie dice nada. Y ellos también son personal sanitario: unos curan los cuerpos y otros dan luz a las almas. De este modo, todos están salvando al enfermo. Los capellanes, como tú dices, José María, son en sí mismos bendición. Un abrazo.
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