28 de abril de 2020. Martes.
NUESTRAS RAÍCES
Mirar al cielo, como liberación. Casa Sacerdotal. Murcia |
-Estos
días de clausura –encerrados y a dos metros de distancia y mascarilla para
hablar con alguien–, el sol y las nubes se van turnando, cediéndose el paso
ceremoniosamente, como en un baile de las Cortes antiguas. Es como si quisieran
evitarse. Es como si el sol le dijera a las nubes: «Yo por un lado y vosotras
por otro», y aquí paz y allí gloria. El sol y las nubes siguen el ejemplo de
los humanos, ni rozarse ni tocarse. Estos días, desde mi balcón, miro más al
cielo, lo contemplo, y quedo sin habla, absorto. Veo su belleza, y descanso
en su contemplación. Dice Marica Branchesi, astróloga, que «el cielo es lo más
poético que hay»; el cielo es poesía, relajación, descanso, religión. La poesía no sólo está en los libros, también está
ahí afuera, de donde el poeta bebe. El poeta contempla y luego escribe. Pero, como
el místico, hay que contemplar y levitar, es decir, salir de ti y dejar que lo
contemplado te invada, te arrebate, te libere, hasta poder volar. Hay quien
toma pastillas para poder dormir: Yo le recomendaría mirar al cielo: enseguida encontraría
el sueño, la paz. «Somos polvo de estrellas», dice Marica Branchesi. Mirando
al cielo, Diario, hallamos nuestras raíces, en él se encuentra lo Invisible, lo Trascendente, y donde
se puede –si miras con ojos de fe– casi tocar a Dios (18:14:51).
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