23 de abril de 2020. Jueves.
TOCAR LOS LIBROS
La biblioteca de Celso, en Éfeso. Turquía |
-Hoy,
día del Libro, paso la mano por los libros de la biblioteca y noto que cada uno
me deja un roce distinto y aromático de libertad. Cada libro tiene su olor
peculiar: el uno huele a amor, el otro a lucha, el otro a cloaca inmunda. Pero todos
liberan, anuncian algo nuevo, quizá irreconocible, pero fantástico. Se adentran
en la utopía de soñar, de vender nubes, de ascender a las estrellas, de apagar o
iluminar pasiones. El autor de un libro puede engañarnos, pero el libro que
sale de sus ángeles o demonios interiores, de sus entrañas de amanuense, siempre nos dice la
verdad, verdad que querrás leer o desechar, beber. Pero verdad acuñada para
siempre. Aunque queme o acaricie, siempre será verdad. Es la verdad del autor, pero
verdad. Las librerías siguen cerradas, pero sus libros y autores andan paseando
por mi mente, que no está clausurada, y ahí hacen el negocio alentador de sus
ideas y evangelios, de sus cicatrices e ilusiones, de sus cansancios y vuelos. Todo en el libro es acrobacia de palabras llenas de pensamientos y
aconteceres; son, Diario, el termómetro que mide la temperatura de la sociedad:
su ir muriéndose o elevándose sobre lo irremediable y venturoso, sobre lo
mortal y eterno, sobre lo aquello que queda en polvo (huesos de sarcófago) o en infinita y amable y feliz Trascendencia (13:02:44).
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