24 de febrero de 2021. Miércoles.
PAISAJE SIN ROSTRO
PAISAJE SIN ROSTRO
-Miro al cielo y con un suspiro, leve como el grosor de un papel de
fumar, digo: «Creo en Dios». Y esta expresión, esta breve jaculatoria de tan
alta sencillez, me abre al día, y, como dice el salmo: «Bajo las sombra de sus
alas, canto con júbilo». Dios, su solo nombre, me llena la boca de paz, y las
palabras que salen de ella de calma y gusto por la verdad. El amor, dice San
Pablo, nunca se irrita, pero puede hincar su navaja en el fruto de la mentira,
y, sin estragos, sacarle las entrañas e higienizarlas. Como Jesús hizo con los
fariseos a los que amaba, y a los que, no obstante, fustigaba, con piedad, sí, pero
con decisión y energía, con nervio en su vocabulario. Llegó a decir de ellos:
«Enseñan sobre Dios, pero no lo aman», terrible; o esto otro: «Enseñan la ley,
pero no practican algunos de las apartados más importantes de ella, como la
justicia, la misericordia, la fe en Dios». Duras palabras salidas de unos
labios sensibles a la comprensión y a la gracia, pero a los que rebelaba la
hipocresía y la falacia. Fariseos, todos con máscara, a los que Jesús desnuda y
fustiga. Qué no haría ahora, en esta triste y siniestra etapa de la política
española, en la que no hay honra ni honor, ni esplendor en la palabra, ni mentira
que no se adorne de algo de verdad, para que no parezca mentira; pues la
mentira, dejó dicho Ruiz Zafón, novelista, es la verdad «a la que se le ha
substraído una pieza clave», la dignidad, añado yo. Aunque yo le diría a los políticos, y
a los jueces, y a los moralistas inicuos, y a los inquisidores malévolos, lo
que dejó dicho Quevedo: «Mejor vida es morir, que vivir muerto». Mejor vida con
Dios, Diario, que vivir en la muerte del paisaje sin rostro de la mentira, en
el que se pierde la perspectiva del bien, y se anulan sus bendiciones
(12:48:06).