sábado, 20 de febrero de 2021

 20 de febrero de 2021. Sábado.
LOS VIOLENTOS

Arde la tarde, la Luna contempla el incendio. Murcia. F: FotVi

-Miro al crucificado y digo: «¡Me alegro de haberte conocido!», y me santiguo: intento grabar su cruz en mi carne. Abro la ventana, su luz enfoscada me da en los ojos y respiro su bondad, como el que comulga la alegría de vivir. Una paloma planea ante mis ojos y lo celebro, también al árbol en que se posa. Entonces, como en una reverencia, bajo los ojos y digo: «¡Qué mañana de bendiciones!». Sin embargo, pienso que, al levantarse por la mañana y ver que el mundo no arde con ellos, deben sufrir mucho los violentos. Y más su corazón, que en vez de sangre, bombea odio. Debe ser deplorable mirar y ver todo con ojos de odio: todo rojo de fuego y sangre, de destrucción, de caos: la sangre no es azul. Estos días en varias ciudades de España, está ardiendo la convivencia, la libertad, la democracia, la pulcritud, la dignidad. Qué modo más rapero e indecente de incendiar las noches, a base de gritos y carreras, de calcinar la juventud y de ser viejo en las ideas y en las formas. Los que hacen esto, no son los indigentes de la calle, los que al pedir bajan los ojos y alargan la mano, sino los hijos del casoplón, los de manos lisas y enjabonadas, los de buenas comidas y cómodo vivir: los hijos de papá. La peor pobreza y orfandad es la que causa el odio, que hace crujir los dientes y mirar todo con ojos como sables. Pero no todo es estreñimiento social y belicoso, también hay piedad y gozo maternal. Leo lo que una madre dice al hijo de pocos meses, que se le fue: «Hasta que nos volvamos a encontrar, Dios te guarde suavemente en la palma de la mano», antigua bendición irlandesa. El amor, Diario, también es combativo, pero en hacer el bien, como la mano que se santigua y enriquece la oración, y el silencio que la cubre (11:37:28).

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