7 de febrero de 2021. Domingo.
APRENDER A
AMENECER
-Domingo y luz: nos llega la consolación. Dijo Jesús: «No os dejaré
huérfanos, vendré a vosotros». (San Juan). Y en otra ocasión Isaías pone estas
palabras en boca de Yahvé, (el que es): «Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién
eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo del hombre,
que es como el heno?». Y Antonio Gamoneda, Premio Cervantes: “Despiértame,
Señor, cada mañana, / hasta que aprenda a amanecer, Dios mío, / en la gran luz
de la misericordia». El domingo es el día en que el Señor abandonó la muerte, desertó
de su humillación, y asumió, renovándola, poniéndole nuevos latidos, la vida; y
nos la ofreció para que la vivamos con él. Sin muerte, con solo resurrección. Qué
hermoso y purificador el pedir aprender a amanecer, y hacerlo «en la gran luz»,
en el gran destello, exhalación, «de la misericordia». Vivir rodeados de Dios,
cercados por la irradiación de su misericordia. Nadando, como el pez, en aguas
de Dios. Aguas estas, no turbulentas, agitadas, brutales, sino apacibles,
oxigenadas de piedad e indulto, movidas solo por el dedo indulgente de Dios. Hoy,
en la misa, Diario, he pedido por los enfermos de covid, para que aprendan a
despertar «en la gran luz de la misericordia», en el Dios que es, y vive, y permanece siempre Dios, dándose, en el Amor (12:37:08).
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