5 de febrero de 2021. Viernes.
FRATERNIDAD
FRATERNIDAD
-Ayer, Día Mundial de la Fraternidad. El Papa Francisco celebraba el día
con estas palabras incisivas y certeras, como flechas que van directas al blanco,
y acierta: «Un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos». En esta frase no
caben ni la frivolidad ni la tibieza: o se es frío o se es caliente, de lo
contrario llega la náusea, el vómito. ¡Aj! Y el Papa ha seguido: «Hoy la
fraternidad es la nueva frontera de la humanidad. O somos hermanos o nos
destruimos mutuamente». Me gusta escuchar al Papa Francisco, porque nunca usa
la acuarela, las medias tintas, los difuminos dialécticos. Dice lo que quiere
decir, y lo dice levantado la vista y la voz de aquello que lleva escrito en el
papel. Y sin alterarse. O alterando el gesto de sus ojos, solo. «Nueva frontera», dice. Se
trata de mirar y llegar al horizonte, y pensar que, más allá, hay otro
horizonte, y otro, y otro; nunca acaban las fronteras, siempre hay una nueva que
conquistar y modelar, y rehacer. «No hay tiempo para la indiferencia», ha
dicho. Estamos a tiempo de que nuestro mundo no se nos venga a abajo, como un
castillo de naipes, como una muralla hecha con fichas de dominó. La distancia,
el menosprecio, la exclusión, nos van llevando lentamente a la desolación, a
una babel demolida, de bellas piedras caídas, sí, pero inmoladas. Ser hermanos,
o mirar al otro, al prójimo, con ojos limpios, serenos, como mira la madre al
hijo al que, tras una trastada, riñe, pero con amabilidad. En la hermandad se
ensancha la calidad de la amistad, y de abrazo en abrazo, de sonrisa en sonrisa,
se llega a la hermandad universal. Dice Octavio paz: «La amistad es un río y un
anillo […] Es un río que, al fluir, inventa sus anillos». El anillo es, Diario,
el puente que une, que crea la familiaridad, y deja que, con el tiempo, invente
nuevos anillos de amistad, o un amor de eternidad (17:50:59).
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