domingo, 14 de febrero de 2021

14 de febrero de 2021. Domingo.
PARÁSITOS DE LA RELIGIÓN

Olvida su condición divina, Santuario Czestochowa. Cracovia. Polonia. F. FotVi

-El puritano, leo, es un parásito de la religión. Se llama parásito a aquello que vive a expensas de otro, sea persona o leopardo, o simple roca con liquen en la corriente de un río. El Diccionario aclara que parásito viene del griego: parásitos, y significa: “comensal”, “gorrón”. Ser comensal invitado, cabe; pero gorrón es ser piojo intruso en el bosque del cabello, en su enmarañada frondosidad, martirizando a su anfitrión. El puritano, en religión, es el que busca la pureza original. Una pureza original que solo perciben los ojos del fariseo. Para su interés, excluyente. El que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo. Y como dice San Pablo, no contempla a Jesucristo, que olvida su condición divina, no hace alarde de su categoría de Dios, tomando la condición de esclavo, para conducirnos «de la esclavitud al servicio». El puritano se enfrasca en filosofías humanas y olvida la filosofía de Dios: la que habla sólo de amor. San Juan lo vio claro: «Dios es Amor», escribió, y su pluma se hizo teología excelsa, mística contemplación. Amor que más tarde San Pablo definiría caudalosamente; definición que leo con pausa, intentando que dé en mis huesos, que toque mis entrañas: «El amor es paciente –dice–, es servicial; no es envidioso, no se jacta; no se engríe; no busca su interés; no se irrita; no lleva cuenta del mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta». Un amor así nunca se acaba, siempre brilla, siempre es evangelio que salva y que pasa de puritanismos, para hacerse vida en la vida de lo humano, religión cercana, letra de protección; es decir, Reino de Dios en el mundo (12:46:23).

No hay comentarios:

Publicar un comentario