18 de febrero de 2021. Jueves.
AVES MIGRATORIAS
AVES MIGRATORIAS
-Esta mañana amanecía como el que abre un libro, con la sorpresa de su
luz interior a punto de ser leída. Había niebla, pero el sol –dedo celeste– ha
abierto el libro y he empezado a leer. Me santiguaba e iniciaba Laudes –«Dios
mío, ven en mi ayuda», decía–, cuando han aparecido en el cielo unas inmensas cuñas
de aves migratorias, decenas, unas tras otras, que volaban de este a oeste, como
páginas dilatadas de paz escritas, garabateadas, en el cielo. Un cuarto de hora
he estado contemplado esta obra de Dios en las alturas. Y, observándolas, he
notado cómo mi espíritu se elevaba, liberando mi mente y alzándola sobre los
postulados de este mundo, donde habitan el dolor, la mentira, la muerte, la
arrogancia. He soñado un mundo de paz y humildad, un mundo de amor, donde convivan
la justicia y la piedad, la verdad y la utopía; también la utopía, para que
entren en ella los sueños y la habiten, y la hagan lugar de peregrinación adonde
camine la esperanza. En la utopía se silabean imposibles, lejanías, pero imposibles
tan hermosos, que nadar y envolverte en ellos, debe ser un altísimo placer. Como bañarse en un mar de plegarias. Entonces la alegría me ha dado en los ojos, y se ha
convertido en una lágrima de añoranza: «¡Que la paz de ahí arriba – he pedido– llegue
y se instale aquí en la tierra en cada persona que anhele volar». Y he mirado
al cielo, Diario, y una gota de azul, de esperanza, me ha caído en los ojos, y
ha sido como si Dios me viniera a bendecir; y he dicho: «Amén», y me he sentido
calado de misericordia (11:39:33).
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