13 de marzo de 2017. Lunes.
PALABRAS VANAS
Pensando dónde hacer el nido, en Murcia. F: FotVi |
-Se pone el día de agua, y los árboles y las aves, de
fiesta. Los árboles y las aves tienen sus raíces en la tierra, donde cae el
agua para alegrarla. Se alegra la tierra y hace que los árboles florezcan y que
las aves hagan sus nidos, amueblándolos de gracia y vuelos nerviosos. Los
nidos, donde viven todos los sueños del ave, con sus primaveras y sus
inviernos, sus vuelos y sus derrotas. Olvidados los días de verano que hemos
vivido últimamente, todo el río vuelve a su cauce: el tiempo se viste otra vez de
los bellos harapos (frío, nieve, oleaje) del invierno. Y he de decir que me
gusta más oír la lluvia que un mitin o un sermón. Me gusta, sobre todo, la
generosidad de la lluvia, su humilde esplendidez, aunque a veces rompa cauces y
diga a los humanos que no está bien robarle sus vías y sus trayectorias de siglos
de irse al mar. Los mítines y los sermones son, casi siempre, interesados: unos
te venden la tierra y otros el cielo, pero llevándose, el que los dice, la
comisión. Me gusta más el que dice pocas palabras y da algo a cambio, como una mirada
amiga, un pedazo de pan compartido, un brazo al caído, o no dice nada y hace lo
que diría si no le diera vergüenza decir palabras vanas. Engolar la voz es desafinar
al hablar, y el hablar desafinado, siempre es una carencia, de verdad. Y es que
como diría Gracián: «el no y el sí, son breves de decir, y mucho pensar». O
decir poco, Diario, y completar el discurso con las manos y las miradas, con los
pies y los silencios, y, en todo caso, con el corazón, que es el que hace los
latidos y los convierte en servicio, sin propaganda (19:45:24).
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