26 de marzo de 2017. Domingo.
EL RELOJ
Parado el tiempo, en Murcia. F: FotVi |
-Desorientación. Es la palabra. Es como si, rodeado de
dunas, de algún que otro lagarto, de mucha sed, y de infinita soledad, fueras
por un desierto y perdieras la brújula. Y quedaras paralizado, viendo solo
horizonte, sin ninguna otra salida, salvo la de tragar saliva y hacerte sombra
con la mano. Esto me ha sucedido a mí esta mañana: sin brújula, me he
despertado una hora más tarde. No adelanté el reloj. Y he andado perdido todo
el día por el horario, con una hora de retraso en todo. Retraso en el desayuno,
retraso en la misa del domingo, y caras de guasa en mis colegas, sin risas,
pero de chiste, cada vez que se cruzaban conmigo. Con una conmiseración falsa,
me han dicho: «¿No mudaste la hora?», y yo: «No», como pidiendo perdón al que
pregunta, y al reloj. Los cambios de hora son como el que, al ir a andar, pisa
en falso y se trastabilla, sin caerse, pero en desequilibrio, haciendo tartamudeces
al andar. ¿Por qué tienen que darle a las horas hacia atrás y hacia adelante? ¿Quién
lleva la dirección del mundo, para que, por su voluntad, sin pedir permiso, casi
nos triture un día así? ¿Qué ha hecho el reloj, para que le despojen de
una hora de su tiempo y tenga que callar y no rebelarse y andar todo el día balbuceando:
«No, no he cambiado la hora; perdónenme»? Cuando te faltan horas para vivir, Diario, no
está bien robarle una hora al tiempo (19:44:53).
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