5 de marzo de 2017. Domingo.
ESPERANDO
Casuarina nevada, desde mi balcón. Murcia. F: FotVi |
-Hay un árbol, la casuarina, parecido al pino, que no
lo es. Es espléndido, y crece como un coloso gigante. Llega a medir hasta
treinta metros; yo, que vivo en un octavo piso, podría tocarle las melenas
desde mi balcón. Es llamado «el árbol de la tristeza», y, cuando hace viento, parecen
sonar violines, heridos estos por una cierta melancolía. En la calle paralela a
la fachada de la Casa Sacerdotal, donde vivo, hay dos hileras de estos árboles,
espigados, silenciosos, contemplativos, de hojas finas como alfileres. Bajo su
esbeltez, zurean y pican sus semillas las palomas, y se arremolinan los gorriones.
Yo, Diario, al pasar cada día, miro hacia arriba su vértigo y me imagino encaramado
a su copa, casi tocando el cielo, esperando que el viento, al pasar por entre
sus ramas, dé unas notas de violín sencillas, íntimas, cercanas cual el roce de
una mano amiga, o el de un labio maternal. Esperando (19:25:16).
Tengo que solventar algunos problemas para comentar tus escritos. Si te llegan date por felicitado por tan maravillosa prosa poética, plena de mensajes trascendentes y. a la vez, tan humanos. Te imagino oteando desde tu ventana hablando con esos árboles de hoja filiforme. La contemplación la pones tú. Con mi admiración, un abrazo.
ResponderEliminarTus comentarios, José María, siempre son luz y aliento para mí, son un camino a seguir. Gracias por tus palabras, y, efectivamente, miro desde mi ventana y veo a esos árboles gigantes y les hablo, y, desde el silencio, me contestan, y me dicen su sabiduría de tantos años: están ahí desde la fundación del Barrio de Vistabella. Ellos me hablan como tú me hablas. Otro abrazo.
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