25 de abril de 2019. Jueves.
LA HERMOSA SOLEDAD
Aprendí a hablar a la lluvia, en Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Si mueres en soledad, lo más probable es que te
acompañe el olvido. El olvido tiene forma de sudario, que tapa tus andrajos de
cadáver, en silencio. Como decía Bécquer: «La soledad es muy hermosa…, cuando
tienes a alguien a quien decírselo». Yo, en mis nueve años de vivir en soledad,
aprendí a hablarle a la plantas, al cielo, a la lluvia, al silencio, al mar. En
el silencio hallaba la Trascendencia, y le decía mis cuitas. Claro, que yo
hablaba al silencio y el silencio me respondía también en silencio, silencio
que yo entendía. El silencio es clamoroso cuando aprendes a oírlo. Pero el
silencio no te toma la fiebre, ni te alivia la tos, ni te dice: «Hola», cuando
sientes necesidad de oír la voz humana. Aunque lo entiendas, no lo oyes. Está a
tu lado, pero no lo ves. Te toca, pero no te hace estremecer. En Madrid han
encontrado a una mujer de 83 años, que murió hace cinco, sola. Murió en la
cocina de su casa, sin molestar al silencio, que la cubrió con su discreción y
su velo. Al encontrarla, estaba momificada. Menos mal que no olió; a un
servidor, lo que más le martirizaba, de morir solo y sin más testigo que el
silencio, era, cuando lo descubrieran, oler mal, oler a difunto, que es –desde
el difunto– el peor olor que se puede ofrecer a los invitados a levantarte. Esa
fue la razón de mi marcha a Murcia, Diario; es decir, vivir en hermosa soledad,
pero teniendo a alguien a quien decírselo; y ahí estoy, contando mi soledad, a
quien la quiera oír -si hay alguien que desee oírme (18:30:19).
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