24 de agosto de 2020. Lunes.
ALELUYA ESPECIAL
ALELUYA ESPECIAL
-Esta mañana he visto un
vencejo que cortaba, veloz, el cielo nublado que lo sostenía. Ver al vencejo
volando, cuando se han marchado todos los demás, ha sido como un aleluya especial
para mis ojos. Iba a ponerme a rezar y el vencejo me ha inspirado: «dejaré mi
oración en sus alas –me he dicho– y que con él suba hasta lo más alto, y, si es
posible, hasta la tienda donde Dios habita. Y que allí respire y hable, y escuche».
Escuchar a Dios en los silencios hermosos que, a veces, te tocan. La oración y el
vencejo; o la oración y el vuelo. Como el incienso. «Que mi oración suba hasta
ti como el incienso», canta el salmo 141. Y es que, en ocasiones, los gestos son tan
importantes en la oración como las palabras: como el de abrir los brazos con
las manos vueltas hacia arriba; o como el del ciego, que extiende los brazos y, como
dice Leopoldo Panero, los hace «anchura y alegría», y roce, y certeza al andar. Visión. El gesto es la palabra hecha signo, la letra callada que habla, la imagen sin
sílabas que eleva. Hoy he rezado Laudes, Diario, y, mientras decía las palabras,
he pensado en todo lo que es ascenso: en el vencejo, en el incienso, en el
globo del niño, en el árbol, en la nube, ¡en tantas cosas! (19:15:04).
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