25 de agosto de 2020. Martes.
NADA, APARIENCIA
NADA, APARIENCIA
-Miro por la ventana y no veo moverse a los árboles, están quietos como
espadas. Y pienso: «Serenos los árboles; y el sol, poderoso y encendido, en el
cielo: calor a la vista». El sol como ascua errante, quemando agosto, sin
piedad. Y nosotros, dentro de agosto, chamuscándonos con él. Como granos de
maíz en el tostadero. Pero somos granos de maíz que piensan, ríen, lloran, escriben,
leen, rezan, tienen sentimientos, siempre: en el calor y en el frío, en la
soledad y en la fiesta, cuando rezan o maldicen, cuando la vida les sonríe o
les hace llorar. Pero el sentimiento, para que encaje en la realidad, hay que
pasarlo por el filtro de la razón. Con la razón se discurre, se piensa, se atan
cosas o se desatan, se toman o se descartan Platón o de Descartes, Dios o su Contrario;
es decir, la razón te ayuda a discernir, a desentrañar lo que ves y lo que
oyes, a considerar si puedes morder la manzana o no, a inclinarte por el bien o
por el mal. En esta hora del coronavirus, de la tragedia, se acusa a «cierta»
juventud de irresponsable, de caótica, de no aceptar las normas de convivencia
que nos impone la sensatez. ¿Pero quién ha educado a esa «cierta» juventud para
la generosidad, para la privación, para la vida inmolada que hace a los
fuertes, a los atletas del espíritu, para poder decir «hasta aquí llego; de
aquí no paso?». Si «cierta» sociedad está enferma, desarreglada, «cierta»
juventud también lo estará, ofuscada, Diario, sin horizontes, sin una utopía a
la que tocar; es decir: sin la capacidad de ver Luz allí donde los más ven
nada, apariencia, sólo exterior (12:23:16).
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