31 de diciembre de 2021. Viernes.
BIENVENIDO SEA 2022
BIENVENIDO SEA 2022
-Un trocito cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, cada
milésima de segundo, etcétera, termina por acabar con el tiempo. El tiempo no
es eterno, como diría Marx. No el Marx marxista, pesado, hosco; sino el Marx
Groucho, el lúcido, el lírico, nos hacía reír. Y es que un mordisco aquí y
otro allí, muchos mordiscos, infinitos mordiscos, y sucumbe la tarta, la tarta
del tiempo. Sin darnos cuenta, nos hemos comido el año 2021, tan extraño, feo y
convulso. Tan pandémico. Tan sanchista. Ha fenecido entre espasmos de pobreza y toda clase de carencias, hasta zoológicas. (Hablo del zoo humano). Y sobre
todas estas carencias, se echa de menos la del asombro, que es cualidad esencial para hacer filosofía,
y poesía. Y sin esta cualidad, la sociedad está llamada a la extinción. Advertía
San Agustín: «Así como toda carencia es desgracia, toda desgracia es carencia». No asombrarse, pues, desgracia en una
sociedad en su mayoría aborregada y estéril. Tonta. Y como sucede que nada nos
asombra, ni la mentira, ni la falacia, ni el disfraz, para administrarnos y
conducir nuestros destinos se nos cuelan alguacilillos –alguacilados– del más
bajo estilo mendaz y cínico. Quevedo los definía como peores que el diablo. Ya
se trate de políticos, jueces, clérigos, o inspectores de hacienda. El tiempo
encerrado en la cápsula del año 2021 ha sido malo, las cosas han venido mal
dadas. Y menos mal que ha pasado, y lo hemos visto, gracias a Dios. Muchos
otros –objeto de mi oración– no lo han podido contar. Pero como sucede con los
reyes, muerto el rey, ¡viva el rey! Es decir, ido 2021, esperemos que 2022 sea
mejor que el anterior, o no tan fresco y desvergonzado. Que sea políticamente
incorrecto; es decir, que sea más libre. Que, con la ayuda de Dios, la calamidad,
Diario, deje paso a la esperanza, y ésta, a la felicidad, y que sea éste un año más
humanitario, con más amor por todo, y en todo (12:02:44).