23 de abril de 2022. Sábado.
LOS SILENCIOS
HABLAN, EN EL LIBRO-En la biblioteca, los libros hablan aun estando cerrados. Como las
ostras, encierran perlas que son tesoros. Por ser docto, el libro es el ser más pacífico
de todas las cosas con las que convivimos, y, sin embargo, el más castigado; en
cualquier revolución lo primero que arde son los libros. Sin libros, los
silencios no serían sabios. Irene Vallejo, en su historia sobre el libro El infinito es un junco, cita a Mia
Couto, novelista y poeta mozambiqueño, que dice: «Parecen dibujos, / pero
dentro de las letras están las voces. / Cada página es una caja infinita de
voces». Las voces de los libros solo se oyen si los abres y, con humildad, les
pides que te hablen. Entonces, entre el libro y tú los silencios hablan, del
lado del libro y del lado de lo que tú piensas. En un diálogo de silencios
inolvidable, el libro dice y tú le contestas: como el agua y el bosque, que
siempre andan en diálogos de amor agradecido. El agua se da a sus raíces y el
bosque lo agradece purificando el aire; aire de la que ella se nutre, con el oxígeno
y el hidrógeno que le ofrece. Un libro, que siempre es un viaje, solo se hace
aventura si alguien lo lee y, cautivo de su lectura, lo hace vida en su vida; o, desgarrando su sensibilidad, deja que sus páginas lo invadan y lo hagan sentirse
a sí mismo cosa narrada en aquello que lee. A Dios, Diario, se la lee en la Biblia, al igual que a
las cosas creadas por Él en la infinitud de los libros que andan por el mundo, pidiendo, por
favor, ser leídos; es decir, ser escuchados (12:58:44).
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