17 de febrero de 2018. Sábado.
LUJO DEL POBRE
Hablando, en su lenguaje, en Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me
gustaría poder hablar todas las lenguas (la mía, las otras, las de más allá, todas,
también las orientales, y la de los pájaros), pero al no poderlo hacer (no me
llega el oído –ni la inteligencia, quizá- a tanto), trato de perfeccionar esta
que me ha sido regalada y que se llama castellano; o español, para entendernos.
La hablo, pero no la domino. Por eso cada día la estudio y la disecciono para
conocerla y amarla, y poderla así decir, escribiéndola. Yo la recibo, y, como
me la han dado, la doy. Leo y leo, y, en el leer, voy forjando mi conocimiento
del idioma. Del castellano: «esta lengua de piedra y oro viejo, espada
decisiva, imperio de ancho filo. Voz». (Francisco Umbral). Voz de continentes y
selvas, de nobles y plebeyos, de lutos y alegrías. Es decir, universal. Pues en
cualquier lugar del mundo salta, de pronto, la chispa hermosa y comunicativa de
una palabra en español, de una astilla de nuestra sabiduría, de un latido de
nuestro corazón gramatical y enciclopédico. Hoy, sin embargo, no es, en España,
idioma castellano todo lo que florece. Se margina en comunidades como Cataluña,
País Vasco; y menos, en Galicia, Valencia, Baleares. Sin que nadie enrojezca. Y
con la dejadez de un gobierno central, que, con los ojos velados, mira para
otro lado. O no mira. Umbral llama al castellano «lujo del pobre», y lo es en las
comunidades donde solo los hijos de los poderosos –políticos, banqueros,
acaudalados, y aun algún eclesiástico-, pueden estudiarlo en colegios de alto
rango y prosopopeya. El pobre se queda con las pequeñas lenguas, atractivas,
seductoras, pero limitadas al clan o al terruño, a la casa sin ventanas al
exterior. Lenguas ópalo, u ombligos
del mundo. Estudiar castellano (español) en Cataluña (y otras), Diario, es como
tratar de encontrar un pajal en una aguja, o el silencio en un concierto de
rock. ¿Imposible? Pues eso: imposible (18:15:07).