15 de marzo de 2018. Jueves.
HABITAR EN LAS ESTRELLAS
Desde un lugar del espacio, en Las Palmas de G. Canraia. F: FotVi |
-Y
Stephen Hawking pasó a habitar en las estrellas. Le ha sucedido al cerrar los
ojos en este mundo y -a millones de años luz- abrirlos en otros. Y todo, en un
instante de muerte y vida. Aquí ha dejado las dudas, esas lucecitas
intermitentes que suelen decir sí en un momento y al siguiente decir no. O lo que
San Juan de la Cruz, poeta, llamaba la noche oscura de la fe. Hawking dijo en
su libro El gran diseño, que no hay
que recurrir a Dios para explicar el origen de la materia. Ahora ya estará en
condiciones de decirse a sí mismo si esto es cierto o no. Es decir, si el Big
Bang es el resultado físico de «una leve oscilación cuántica de la nada», o si
hubo algún otro elemento -espiritual, inteligente, inquieto- que lo produjera. ¿Qué
es lo que ocasionó esa oscilación cuántica de la nada? ¿La misma nada?; ¿tan
poderosa es esta nada cuántica que piensa y crea sin tener conciencia de que lo
hace? No sé; yo ando como Hawking por el sendero escabroso y negro de pensar en
la nada -o duda-, imaginándola laboriosa y aplicada, intentando el milagro de
que de ella salga algo luminoso y capaz de desliarse en mundos nuevos y mentes
preclaras, como la suya. Esta nada es la que le permitió soñar e hizo que todos
soñáramos con él en los saltos de la energía, al emitir y absorber radiación. Ahora
podrá estar investigando si los agujeros negros existen o no, o si solo estaban
en sus sueños, como pura ficción estupefacta. No sabemos; solo nos consta que
era un genio lleno de humor y humanidad. En la noche, quizá se le vea irradiar
luz desde cualquiera de esos mundos tan lejanos y cercanos para él. Como una
luciérnaga del espacio, Diario, como un signo de que el espíritu, su mente,
está por encima de la materia, y que en la mente -si se presta un poco de
atención- tal vez sea donde se note más lúcida y viva una chispa de ese
lenguaje, sin palabras –aunque su Palabra se hiciera carne-, de Dios (12:50:29).