3 de noviembre de
2018. Sábado.
GAVILLA
DE GOZO
Un roto de luz, en el horizonte. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Contemplo mi corazón y
lo veo joven en sueños y viejo en achaques, en años. Los años se cuentan por
decenas –limitadas–, y los sueños, por haces, por fajos infinitos. O lo que
es lo mismo: el grano y la espiga, la semilla y la gavilla. Quizá sea lo del salmo
126: «Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo
las gavillas». Al ir, vas haciendo y rehaciendo, dibujando y borrando,
plasmando y llorando la carga de tu semilla, la vida; instante a instante,
latido a latido, la vas configurando tuya, más o menos joya, según tus actos,
según lo que alumbres. Y, cuando vuelves, vas recogiendo en gavilla de gozo lo
que has cosechado: la buena faz de la familia, los amigos, las veredas que has
andado y amado, las caídas, y, tras estas, el extender las alas, para volar, y la
fe y la razón, dudándose, coincidiendo, y la ciencia, abriendo caminos, incluso
a la fe, y a las teorías, y a las afirmaciones, y así se abren los cielos
nuevos, donde espera la esperanza, donde reina –a pesar de la noche oscura– el
amor. Mi corazón, Diario, se va deshaciendo en la nostalgia, se va oscureciendo
con la vejez, pero cada vez se avivan más en él los sueños, como si se reencarnara en una
desconocida juventud, en un reciente verdor inesperado, maravilloso (18:47:36).