jueves, 1 de noviembre de 2018

1 de noviembre de 2018. Jueves.
PODER SOÑAR

Rompiendo la oscuridad, en Torre de la Horadada. F: FotVi

-Prefiero a un Dios con mayúscula, que a un dios con minúscula, mínimo, de oro o terracota. Prefiero a un Dios muerto (Nietzsche dixit), con mayúscula, que aun dios, con minúscula, vivo. Prefiero el poder soñar (con Dios), a la desesperación (con la nada); prefiero la fe, antes que el vacío. Creo en la misericordia más que en la justicia (humana). Dice Santiago en su segunda carta: «Hablad y actuad como quien va ser juzgado por una ley de libertad, pues el juicio será sin misericordia; la misericordia se ríe del juicio». Tal vez porque una ley de libertad, humana, no entienda de misericordia, ni de indulgencia, ni de piedad. Si tiene que condenar –ciega y con oído finísimo–, condena. Pues, aunque derrame alguna lágrima, con los ojos tapados, nada trascenderá de sus sentimientos. Ni una mueca, ni un tic, solo su fría actitud de estatua, con la balanza en sus manos, paralizada. Dios, con mayúscula, es el Dios de la misericordia; el dios, con minúscula, es el dios del poder, del dinero, de la apariencia. El Dios, con mayúscula, es mi Dios, el que me ha de salvar –hasta de mí mismo–, porque es misericordia; el dios, con minúscula, es el dios del mundo, donde se ha clausurado la contemplación, y el éxtasis, y la poesía, y donde ya no se oye decir bienaventurados los pobres –lema de lucidez y armonía, de fraternidad–, sino bienaventurado el avispado, el valido, el cultivado, el narciso, porque de estos es el reino de este mundo. Ya no hay cielos nuevos y tierras nuevas, ya solo queda una tierra baldía, arcaica, insufrible, desangrada. Para vivir en la esperanza y en el clamor de lo Invisible, Diario, me quedo con el Dios (muerto) de Nietzsche, que vive, sin embargo, en sus ruidosos silencios y en el lenguaje más bello e inmenso del Amor, y sin apariencias (12:07:10).

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