domingo, 4 de noviembre de 2018

3 de noviembre de 2018. Sábado.
GAVILLA DE GOZO

Un roto de luz, en el horizonte. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Contemplo mi corazón y lo veo joven en sueños y viejo en achaques, en años. Los años se cuentan por decenas –limitadas–, y los sueños, por haces, por fajos infinitos. O lo que es lo mismo: el grano y la espiga, la semilla y la gavilla. Quizá sea lo del salmo 126: «Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo las gavillas». Al ir, vas haciendo y rehaciendo, dibujando y borrando, plasmando y llorando la carga de tu semilla, la vida; instante a instante, latido a latido, la vas configurando tuya, más o menos joya, según tus actos, según lo que alumbres. Y, cuando vuelves, vas recogiendo en gavilla de gozo lo que has cosechado: la buena faz de la familia, los amigos, las veredas que has andado y amado, las caídas, y, tras estas, el extender las alas, para volar, y la fe y la razón, dudándose, coincidiendo, y la ciencia, abriendo caminos, incluso a la fe, y a las teorías, y a las afirmaciones, y así se abren los cielos nuevos, donde espera la esperanza, donde reina –a pesar de la noche oscura– el amor. Mi corazón, Diario, se va deshaciendo en la nostalgia, se va oscureciendo con la vejez, pero cada vez se avivan más en él los sueños, como si se reencarnara en una desconocida juventud, en un reciente verdor inesperado, maravilloso (18:47:36).

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