15 de diciembre de
2018. Sábado.
ER PRINCIPICO
Er Principico, en lengua panocha. Nostalgia |
-Respiro hondo y toso:
un nuevo día. Bajo a la capilla y rezo. Aunque luego ascienda la oración como
el incienso, sin embargo, para hacerla, hay que descender del octavo al primer
piso. Es decir, un descenso y una ascensión. Baja el cuerpo y, en las palabras,
sube el espíritu, como la nube de Elena Poniatowska en su cuento La vendedora de nubes. La nube está
sobre la cabeza de una niña pobre. Así son las nubes: si te toman cariño, te
acompañan allá donde vayas, y, en caso de necesidad, las puedes vender. Pero,
entonces, la nube se resiste y llora. Ya sé que es un cuento, pero lo que
ocurre en los cuentos, casi siempre es verdad. En este caso todo es verdad. El
jueves vino Manolo Cuadrado, traía dos libritos bajo el brazo: uno suyo: Un cuento muleño de Navidad, y el
otro, de Antoine de Saint-Exupéry, El
Principito, pero traducido al lenguaje panocho por José María
Aguilar, maestro retirado de educación primaria. En esta traducción, el libro se
titula: Er Principico. Y comienza
así: «Cuando yo teniba sai años vide una
vez en un libro sobre la serva virgen…» Y todo así, con esta suerte de
lenguaje estrafalario, hasta la página 93, en la que acaba preguntándose si «er forreguico s´ha comío, sí o no, a la fror».
Es un hermoso ejercicio de pirotecnia literaria, de nostalgia romántica. Todo
eso se ha perdido; es el recuerdo de lo que fue, y ya no es. Se habla del
lenguaje de la huerta, cuando ya no hay huerta y lo poco que queda está en
estado de demolición. El panocho ha quedado como idioma de la gracieta y el
chascarrillo, sin más trascendencia; es decir, se acabó lo que se daba, Diario,
no queda más vino en la bota, solo unas gotas de triste, aunque luminosa,
añoranza (18:32:07).