9 de noviembre de
2018. Viernes.
ALBOROZO
DE TEORÍAS
Triste peluche, perdido en la calle, en Murcia. F: FotVi |
-Al ir a escribir la
palabra amor, pienso en un almendro floreciendo en invierno, al principio de
febrero, cuando aún los fríos eterizan, acobardan. Toda la pasión de su savia,
de su corazón vegetal, puesta al servicio de esas florecillas que alumbran sus
ramas. Al fin y al cabo, la flor del almendro es el resultado del acto de amor
(idilio) entre la tierra y las raíces, entre la rama y el oleaje de sus sueños.
Las flores del almendro son los sueños de la rama hechos fragilidad, gracia,
embrión de la almendra. El almendro es el silencio de la campiña, su belleza
discreta. Como el libro en la biblioteca, como el instante en nuestras vidas. Se
abren el libro y el instante, y se habitan, y uno se sumerge en ellos, para
valorarlos, evaluándolos, y hacerte así con su levedad, con su porción de luz,
con su humilde pepita de oro, sin que pierdan su plenitud. Prefiero el éxtasis ante
la floración del almendro, que un día de periódicos y política, todo tan
turbio, tan envilecedor, tan sin mañana. Todo se queda en palabrería y brochazos
de pintura gorda, en demolición y fracaso, en defunción de las ideas; solo hay
alborozo de teorías, sin ciencia dentro, estériles. Yo, Diario, no creo en los políticos,
aunque sí en la política, no creo en los jueces, aunque sí en la justicia, y
creo en la iglesia misionera y perseguida, siempre peregrina, sin trono ni
estancia en la tierra, desembarazada de todo lo que la empañe, libre (18:49:12).
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