28 de noviembre de
2018. Miércoles.
ENERGÚMENO
Dialogando amigablemente, en Mar Menor. Lo Pagán. Murcia. F: FotVi |
-Si a una persona le
cuelgo el apelativo de energúmeno, ¿qué la estoy llamando? ¿No lo sé? ¿Cómo que
no lo sabes y se lo llamas? Porque o le puedes estar poniendo una flor en la
solapa o un alacrán en la bocamanga. Le puedes estar haciendo un roto en su dignidad.
Al llamar energúmeno a alguien, lo estás poniendo de exaltado, violento,
enfurecido, maldito, fiero, poseído del demonio, todo un epítome de un ser malo,
despreciable, araña venenosa. A veces las palabras significan más de lo que
aparentan. Las palabras tienen su grandeza en el diccionario, donde se desnudan y se
explican, donde se expresan, donde calumnian o bendicen. Luego, desde el diccionario, se hacen vida, aliento que respira en nosotros. Esta palabra, energúmeno, como tantas
otras, me desagrada; pero tiene que existir, como contrapunto de las buenas y
bellas palabras. Frente a energúmeno están las palabras: comedido, respetuoso,
sereno, sosegado, suave, ángel, tan hermosas todas y tan frescas, como rocío
reciente. Hay palabras regazo y palabras enfermizas, Diario; se trata de elegir
las más bellas para los más bellos gestos, y dejar que las otras se aburran de
soledad en el diccionario, sin que nadie las diga y así las invada la roña, que
mueran de herrumbre, sin rechistar (18:22:01).
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