3 de octubre de 2019. Jueves.
BRINCO EN EL
CORAZÓN
Villancico de Navidad, como un clamor. F: FotVi |
-Si en sí misma es bella
la oración, con música es excelsa. Las palabras dicen, la música expresa,
comunica, anuncia, es danza. La oración, con la música, se hace brinco en el
corazón. Allí bailan, vuelan, se hacen melodía los sentimientos. La música, a
veces, dice más que las palabras. Las palabras tienen un límite, la música es
infinita, sin orilla ni afueras; es, torrencialmente, lejanía. Las palabras se
detienen en su significado, la música, por el contrario, es el habla común de
todos los seres vivos. La música, al ser ritmo, es regocijo, baile, liberación,
festejo. Todos los pueblos han sentido y manifestado la música, y la han hecho
adorno de sus fiestas, aclamación unas veces, plegaria otras. También el cristianismo. La palabra
de Dios, con la música, es el esqueleto espiritual de cualquier celebración
religiosa. En toda abadía del mundo, por pequeña y humilde que sea, se oyen en
la noche, y al amanecer, y durante el día, y en el ocaso, las melodías
gregorianas de las horas, en las que sube hasta Dios, con el incienso, la
alabanza y la bendición; como una lluvia del revés. El cielo se llueve de la adoración
de los hombres al Dios que ama, y que, en el amor, manifiesta su paternidad y
sus entrañas de misericordia, también su fibra maternal. Por algo se suele
decir, Diario, que si se reza cantando, se reza dos veces, y, además, con danza
en los pies, como signo de la alegría del corazón, de donde fluyen los
sentimientos más bellos (18:25:13).