14 de abril de 2020. Martes.
EL ÁRBOL DE LA
TRISTEZA
Árbol de la tristeza. Tras el Hospital. Murcia. |
-Miro desde la ventana de mi estudio –es un modo hiperbólico, hinchado, de nombrar el lugar donde trabajo– y me doy de bruces con unos inmensos árboles: las casuarinas. Estos árboles tienen su origen en los antípodas: en Australia, Malasia, Polinesia. Y superan en altura al edificio de ocho pisos donde cuidan de mi vida, hecha esta de muchos años y muchos más anhelos de amor y libertad. Estos mismos anhelos son también los afanes del árbol y de la planta, sin excepción. Se trata de ser libres, y de amar. ¿Libre un árbol? ¿Ama un árbol? Y mi respuesta es afirmativa: el árbol es libre creciendo hacia lo alto, yéndose hacia las alturas; y ama, diciéndole con sus raíces a la tierra : «Te amo, madre Tierra, te amo». Al casuarina se le llama el árbol de la música; de la música, porque cuando les da el aire – yo lo he percibido – suena como un órgano de catedral: su música es suave y melodiosa, como si fuera el Bach de los árboles. Estos árboles viven en hilera tras el Hospital Reina Sofía, como un signo de lo que es la vida y los sueños, que nunca debieran morir. Ahora, en tiempo de confinamiento, con la humildad del árbol, Diario, me inspiran y me enseñan a vivir; pero mirando al cielo, siempre, y amando a la tierra: a la tierra, como nuestra casa, y al cielo, como nuestra esperanza (13:22:21).