6 de octubre de 2021. Miércoles.
EL SUEÑO DE LA
CANASTA
-Se va Pau Gasol, un hombre grande en lo físico y en lo moral. Es grande
en lo físico: cuando salta buscando el aro, parece que toca el cielo, se le
enredan los brazos en las nubes, deja su huella marcada en el azul. 2.16 metros
de estatura, alguien que ausculta el cielo. Y en lo moral; he oído decir de él:
«Su legado es enorme, deja un espíritu, un estilo de hacer las cosas, y unos
valores». El espíritu es el que arrastra a la persona a conseguir la perfección,
o a destruirla. Pau Gasol ha dejado en sus comportamientos un espíritu de
superación, de equilibrio, de respeto, de libertad, difícilmente superables. No
digo que fuera santo, que tal vez; solo digo que fue un hombre de bien, y que
su gran estatura no asustaba, al contario, atraía. Aunque tuvieras que escalar
para darle la mano. Y es que donde se conjugan honestidad, compasión, gratitud,
fidelidad, trabajo, triunfa el ser humano, y se ausenta el Leviatán que a todos nos
asalta alguna vez. Se deja admirar y querer, y, cuando aparece, se ve que le
cae bien el traje; o sea, lo que dicen de él, lo que asombra –embeleso ante
la estrella– de él. Como dice un refrán
popular: «Si tienes miedo a volar, jamás alcanzarás el cielo». Recuerdo que, en
mi juventud, jugué al baloncesto. En el Seminario. Mi equipo, el Lepanto. Jugaba
de base, durante 7 años. Bajito yo, nunca metí una canasta, aunque lo intentaba;
pero armaba bien el juego, decían. Era mi cometido. El último día, tras ser ordenado
sacerdote y sin avisar, mis compañeros me cogieron en volandas, mi alzaron
hasta el aro, me dieron un balón, y, por fin, entre aplausos, pude alcanzar mi
sueño: meter una canasta. Reía, entre lágrimas. Entonces recordé los versos de
San Juan de la Cruz: «Mas el amor fue tan alto, que le di a la caza alcance». El
amor de mis compañeros, Diario, me hizo volar, hasta dar a la caza alcance: el
sueño de la canasta (17:51:14).