viernes, 10 de septiembre de 2021

10 de septiembre de 2021. Viernes.
LA NUEVA TIRANÍA

Ante la biblioteca de Celso, en Éfeso. Turquía. F: FotVi

-Los tiempos cambian, pero el odio, la incultura y la barbarie siguen. Como el árbol, el libro no ataca, solamente está, ofreciendo sus frutos a quien quiera alargar la mano y cogerlos, y morderlos. Morder un libro, como se muerde un gajo de naranja. ¡Ah! Quemar un libro es como incendiar los ojos de la sociedad, dar por muerta una parte de su libertad. Las bibliotecas son lugares donde la sociedad crece, se abre al pasado y al futuro, y halla el deleite de leer. De leerse. Pues es extraño que toda vida no esté más o menos contada, dibujada con trazos de fina mano, en alguno de esos libros que colman, ordenados, sus anaqueles. En Canadá se ha producido un incendio –incontrolado, loco, arbitrario– talibán. En Canadá, y en nombre de la corrección política –la nueva y ciega tiranía, la que hace arder sueños–, se han destruido más de 4.000 libros de Tintín, Lucky Luke y Astérix y Obélix convirtiéndolos en hoguera, en cenizas ilustradas. Me gustaría poder oír el llanto desgarrador de esas cenizas, de esos silencios calcinados, que hablan, y nos hacen reír. No solo son los talibanes lo que, con piquetas y sangre, y saña, destruyen la antigüedad, sus monumentos, los latidos de su belleza. A veces, la ruina de un monumento es más valiosa que el monumento en sí, pues invita al estudio y mueve a repensar la historia y a buscar la razón por la que esta ruina fue arte y no escoria, armonía y no caos. Ilustración. Los libros hablan de la actualidad e hilvanan, urden el futuro, pues son meditación, sabiduría, diálogo entre lo que se está yendo y lo que está por venir. Dios habló, se hizo palabra y quedó entre nosotros, en los libros; palabra que ahora escuchamos leyéndola y haciéndola objeto sagrado y sapiencial –bellísimo– de amor y contemplación; en ellos, Diario, se oye, «como brisa que pasa» (Elías) a Dios (18:00:44).

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