12 de septiembre de 2021. Domingo.
SILABEAR ALELUYAS
SILABEAR ALELUYAS
-Es domingo. El sol sale como una copa que se deja beber. Sólo falta el
pan –bien horneado, partido, repartido–, para ser eucaristía. La oración se
hace alabanza en mi boca. La mesa donde se realiza el signo, el sacramento, es
mi corazón. Ahí nace el silabeo de mi aleluya. Silabear aleluyas es como echar
migajas de pan a las palomas, vienen a ti y te colman de aleteos, de zureos. Son
el principio de una alabanza dominical, festiva. Y tiene reminiscencias del
milagro de los panes y los peces. El Papa viaja a Budapest y Eslovaquia, como
apóstol peregrino. El apóstol peregrino es el que busca dar o hallar a Dios en
otro lugar. Pone los pies al servicio de su palabra, que habla y explica a
Dios. Allá donde va, como una lluvia caída del cielo. Abundante. Riquísima. Serena.
Dirá Isaías, con lírica de profeta y resonancia divina: «¡Qué hermosos son sobre
los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz!» El
Papa Francisco, y su palabra, siempre son buena nueva para el desvalido y el
que anda vestido con harapos de injusticia y desea escuchar una palabra de
aliento. En Budapest, hoy, el Papa ha pedido: «Promover juntos una educación
para la fraternidad, para que los brotes de odio no prevalezcan». El regocijo y
la serenidad de la paz, las gavillas alegres de su cosecha. Allá donde va, planta, siembra su palabra, como una repoblación forestal de gracia y armonía, de
encuentro y alianza, de fe y amistad. Con su palabra, Diario, deja a Dios –actuando– en
las conciencias (08:23:11).
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