1 de marzo de 2022. Martes.
PUTIN, O LA SOLEDAD INFINITA
PUTIN, O LA SOLEDAD INFINITA
-Sigue Putin metiendo el cuchillo de la beligerancia en el corazón de Ucrania. Es un sicópata que sueña imperios, y está jugando al ajedrez de la guerra para tratar de conseguirlo. Pero no recuerda que es polvo, y que el polvo es un elemento movible, acarreado de aquí para allá por el viento. Y, en el desierto, a lo más que llega es a duna, también inquieta, movible, ineficaz para construir algo duradero. La historia lo recordará, no como quien extendió las dimensiones de Rusia, sino como el Hitler del siglo veintiuno. Y Hitler murió escondido y desterrado en un búnker, donde el suicidio cerró sus ojos y desvaneció su mísero deseo de gloria. La gloria, con el tiempo, se desvanece, si no es justa. Dice el libro de los Proverbios: «Es honra del hombre dejar la contienda; mas el insensato se envolverá en ella». Y envolverse en ella, en su tela de araña, es morir en su trampa de seda. Dicen los sicólogos que Putin mira con mirada de lobo; es la suya, dicen, una mirada «de hielo, penetrante, inalcanzable que, en el fondo, aterra». El lobo, con su mirada, incendia el miedo, para de inmediato atacar. Y su ataque es siniestro: extiende la muerte y sus fauces y sus garras se llenan de sangre, como en una orgía fatal. Sus ojos son fluorescencia que arde. Es el éxtasis de la crueldad. Seis días de guerra, y la soledad de Putin es cada vez más estridente, lo cerca más. Quizá tuviera razón Albert Camus cuando dijo: «Para la mayoría de los hombres, la guerra es el fin de su soledad. Para mí es la soledad infinita». Cada vez más solo, y teniendo que luchar con el fragor insistente de su conciencia, que lo denunciará y lo condenará. Yo, sin embargo, Diario, y como pide el papa Francisco, sigo rezando, por no perder la esperanza y creer en el poder –invisible y sutil, de aleteo, y, sin embargo, eficaz– de la oración (11:54:57).