viernes, 18 de febrero de 2022

 18 de febrero de 2022. Viernes.
EL MAR, ORO AMARGO

El mar, luz y tragedia, y vuelo. San Pedro del Pinatar. Murcia

-Ayer contemplaba yo el mar, absorto. Absorto, a mis años. Como cuando lo vi de niño por vez primera. Asustado y cogido a la mano de mi padre, y balbuciendo palabras de sorpresa y admiración. Y es que el mar siempre me anima a mirar más allá, siempre un poco más lejos en lo que adentrarte y soñar. El mar para mí es ir, nunca volver. Es como si el mar dilatara mis ojos, e hiciera que las cosas más lejanas se acercaran a mí. La línea del horizonte me hace detenerme en ella y, desde ella, saltar al cielo, y una vez en él, adentrarme en la trascendencia. «Dios –me digo– debe de estar ahí”. Ya sé que el mar, como dijera Joseph Conrad, novelista enorme, nunca ha sido amigable para el hombre. Ahí está la tragedia del pesquero gallego Villa Pitanxo, con las muertes, los desaparecidos y la tristeza inmensa de los deudos que aguardan noticias en esta otra orilla de la desesperación. Cuando me acerco al mar y puedo, mojo un dedo en sus aguas y lo llevo a mis labios, y en su amargor, gusto el acíbar de tantas lágrimas y lamentos vertidos en él desde siempre. Dijo Jalil Gibrán, poeta y novelista libanés: «Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal, está en nuestras lágrimas y en el mar». Tanta agua y tanta lágrima me sorprenden y me conmueven; el mar es un aturdimiento. Ayer gocé del mar, y recé, con lágrimas, por tanta tragedia y bendición como nos ofrece el mar. Pensé: «El mar es cielo, es nube, es contraste, es emoción, es angustia, es aventura, es pez abajo, gaviota arriba; es, pues, caída y vuelo, abismos, inmensidades». El mar, al fin y al cabo, es vida. O su reflejo deslumbrante y cegador. Parodiando a César Vallejo, Diario, diré: «El mar es... oro amargo» (12:44:12). 

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