19 de marzo de 2022. Sábado.
SAN JOSÉ, EL SEÑOR DE LOS SILENCIOS
SAN JOSÉ, EL SEÑOR DE LOS SILENCIOS
-San José es el santo de los silencios –silencios creativos, de salmodia
mística– con los que cuidaba a Jesús y a María, silencios compartidos con Dios.
Sus silencios fueron servicios a Dios, que repercutían en la custodia amorosa y
paternal de Jesús, con María como madre y testigo. El silencio es la puerta de
acceso al alma, donde viven la fe y la esperanza, y el amor, capitel, o último
episodio de esa columna que asciende y entra en la vida de Dios. En el silencio
de la noche, José oye al Ángel que le borra sospechas: «José –le dice–, no
tengas reparo en llevarte a María, la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo»; y José cree y, con gozo, acoge a María y, con María, vive el
misterio en el que Dios, en su Hijo, se hace niño, y ríe y aprende como niño,
y, de la mano del padre y de la madre, crece en edad, en sabiduría y en gracia,
sin mancillarse del mal, hasta la cruz. La cruz, el otro silencio terrible y
desconcertante de Dios, en el que muere para destruir la muerte, y hacer
aleluya –¡y redención!– el día primero de la semana, el domingo. Dios se mueve
y habla en los silencios, y en el silencio se da Padre y Redentor, y Palabra
que acampa entre nosotros, con la que nos alegra y nos revela la sabiduría divina,
en la que vive y se nos da como salvación. En los largos silencios de
una carpintería, José vivió su fe; y, como Abraham, «contra toda esperanza,
creyó», y todo «le fue computado como
justicia». Es decir, como justica evangélica, que no es otra que cumplir con ley moral de Dios. Ley que brota del interior y es administrada por el Espíritu Santo. Con los
silencios de José, Diario, entramos en la justicia evangélica, donde nos
aguarda el amor y la misericordia divinas, y la irradiación de su gracia (12:36:10).