11 de junio de 2022. Sábado.
EL PEDERNAL Y LA YESCA
EL PEDERNAL Y LA YESCA
-Cae el calor desde arriba como una inmensa masa azul de fuego. El cielo
se viste de bosque ardiendo y se nos viene encima sin consideración, abrasándonos.
Esta madrugada me desvelé –el calor, ay– y me puse a escribir; luego, me volvió
el sueño y, entre vahos de duermevela, me acosté, pero seguí escribiendo en la
página en blanco de la mente. La mente es el lugar en el que primero dan las
ideas, como chispas −el pedernal y la yesca −, y luego, revestidas las ideas de
palabras, se hacen redacción, o sea: escritura, poema, obra, libro con hojas; hojas
que pasa el viento o el dedo romántico, y las lee, gustándolas, saboreando en
ellas su bella arquitectura. Nadie que no tenga un dedo romántico es capaz de
pasar la hoja de un libro y, casi libidinosamente, leer lo que hay en ella.
Pero lo que se escribe entre vahos de sueño, se convierte luego en ensoñación y
no se sabe entonces si lo escrito te ha escrito a ti o tú a lo escrito. Yo,
entre vahos de sueño –digo–, seguí escribiendo el libro de poemas en el que
ahora me hallo inmerso. (Se trata de dar con los misterios o laberintos o canto
de sirenas que, en su interior de astilla de árbol de bosque con ardillas y
hadas, y ayes de ánimas benditas, y otras cosas, oculta el ordenador). Yo suelo
soñar mucho, las más de las veces despierto. Soy pez que se mueve sin descanso,
y libre. Y a lo que iba: si se te rebelan tres tenedores en el fregadero y te
atacan ¿qué haces tú, Diario? Salir del sueño inmediatamente, escaldado. ¡Ya! Salgo
y respiro, y doy gracias a Dios por el nuevo día, que, aunque caluroso, me deja
soñar y celebrar, con la sencillez de una gota de agua, que vivo (18:00:57).