17 de junio de 2022. Viernes.
UN OLVIDO IMPERDONABLE
UN OLVIDO IMPERDONABLE
-A poco de levantarme, me encuentro cansado, sin ánimo de nada. Como si se me hubiera llenado la cabeza de ausencias; es decir, vaciada la cabeza de ideas. «Es el calor, el de la noche y el del día», digo, y bebo un trago de agua, y parezco resucitar. Pero, al poco, caigo en la desgana y el desplome, me vuelven las ausencias. Son tantas las ausencias que hay veces que me quedo sin dada que decir. Pero las ideas, pienso, están ahí, en cada cosa que miro o toco, en el libro o en la orquídea que viste mi salón, o en esa diminuta araña que, desorientada, no entiende que haya algo traslúcido y duro, el cristal, que le impide salir al exterior, donde el aire, el aire que ella y yo respiramos, el aire por el que vivimos. El aire, esa realidad tangible que no vemos, pero que sigue siendo imprescindible para soñar y andar por la vida, y que aspiramos sin caer en la cuenta de su necesidad. ¿Cuántas veces damos gracias por el aire que respiramos? Un olvido imperdonable, que Chesterton, el converso, nos recriminaría, «pues el existir –dice– es ya una maravilla, aunque nos pasen cosas malas». El simple hecho, Diario –y tan complejo, sin embargo– de respirar y poder decir: «Amén», o «Amor», o «Dios»…, y reír (18:16:07).