15 de octubre de 2022. Sábado.
SANTA TERESA, UN
AMOR ROMÁNTICO
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Lengua de alabanza, en el jardín. Casa Sacerdotal. Murcia |
-El alma de Teresa de Jesús (limpia, hermosamente corderil, entregada,
con algún ángel ilustrado en su inspiración poética) se me aparece hoy en unos
versos sencillos y encendidos, en los cuales nos dice cómo deja ir en la
voluntad del Amante su voluntad: «… pues por vuestra me ofrecí, / ¿qué mandáis
hacer de mí?» Es el modo excelso de la disponibilidad. Aunque éste es otro amor:
o amor de amantes místicos; y, al ser amor del alma, es más sensible, más
tocable en las palabras y en los sentimientos que en los castillos feudales del
cuerpo, con sus encrucijadas y laberintos eróticos, y deslumbrantes, a veces,
pero, al fin, sin luces, o con luces que son de neón y que tienen el deber de
fundirse. Fundido el neón, se apaga el amor. No hay amor –salvo alguna
excepción sublime– que aguante un cuerpo sin luces, sin haces de tallos nuevos
y vírgenes, ondulantes, con brisa entre sus hojas, sin pájaros en sus
montículos y manojos de trigo en sus eras, echadas. Y el amor marchito (o
amores soportados) es el peor de los odios. Por eso me gusta beber del amor
místico, sin forma, o de molde espiritual, de Teresa de Jesús; es amor sin
envejecimiento, siempre entallado –de talle–, que, como el buen vino, mejora el
buen sabor con el tiempo. ¡Qué buen amor el vino del amor de Teresa, llamada de
Jesús! O con el apellido-nombre del esposo. Este vino se bebe entre éxtasis y
ollas de cocina, un poco entre cielo y tierra, y, a esa altura intermedia, es
amor compartido con Dios, que también hace su éxtasis inverso –se extasía–,
dejándose ir desde arriba abajo, pero sin que sus pies toquen tierra. Es este
un éxtasis de «estar sin parecer estar», pero estando en el amor, Diario, un
amor romántico, donde los haya, con etiqueta de sublimidad (17:46:04)