miércoles, 21 de septiembre de 2022

21 de septiembre de 2022. Miércoles.
MARAVILLADO DIOS

Cielo estrellado, en Santa Sofía. Estambul. Turquía.

-Fue Dios y se puso a contemplar su Universo, su Big Bang colosal, su «¡Hágase la luz!» enloquecedor. Miró y vio galaxias y universos, cuásares y púlsares, agujeros negros y materia interestelar; vio luz y radiación, y materia oscura, y espacio y tiempo, y el vacío. Si cabe maravillarse a Dios, se maravilló de todo el sinfín o profusión que había producido su Palabra. Dios se gozaba en su creación. «¿Y las galaxias? ¡Qué miríada de mundos cumpliendo las leyes de la física o leyes que a mí se me ocurrió darles, para que fueran galaxias y no montones de escombros celestes!» Eso decía. Y de pronto: «¿Y aquella otra galaxia?», se preguntó. Y vio un universo que le pareció haber sido hecho de leche, de tan blanco y reluciente. Y de entre todas las estrellas que lo componían –200.000 mil millones, ahí es nada–, se fijó en una, no muy grande, de la que recordaba saber el nombre. «¡Sol!», dijo. Recordando también entonces que, de entre todos sus planetas (8 en total: a uno –Plutón– lo suspendieron como tal por no dar la talla), había uno llamado tierra. La tierra, donde el amor de Dios se hizo cruz, y, en el que Jesús Dios reveló su rostro, su modo de reír y llorar, su mano tocando heridas, y cómo quedarse eucaristía para siempre en un trozo de pan y un sorbo de vino. Como vecino humilde de los pueblos. Es decir, Dios, muriendo, destruyó la muerte, reinventando la vida, inmortal, infinita. Hecho todo esto, Diario, Dios volvió a la contemplación de su Universo, en el que aquel primer «¡Hágase la luz!» sigue extendiéndose, incontenible, jadeante, como el oleaje de un tsunami en un océano infinito. Y ahí sigue, mirando y maravillándose, recreándolo todo sin cesar, y redimiéndolo (12:33:17).

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