19 de enero de 2014. Domingo.
EL CORDERO
Bella sencillez, en el jardín. F: FotVi |
-Siempre ha
sido agradable escuchar o decir la palabra cordero, ese animal suave y frágil, de
movimientos casi de niño, que bala gorjeos y celebra con saltos su asombro por
la vida. Cordero, referido a Cristo, es calificativo que ya la adelantó la
profecía, en Isaías.
Iba ya Asías por el capítulo 53 de su monumental obra, cuando escribió
(o dejó en el aire) esta palabra: «Como un cordero
al degüello era llevado»; sin abrir la boca. Posteriormente, Jeremías repetiría
el concepto: «Y yo que estaba como cordero
manso llevado al matadero…» Hasta san Juan el Bautista, que, tras rasgarse los
cielos y oír al Padre decir: «Éste es mi hijo, el amado, mi predilecto», señala
a Jesús y dice: «Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Jesús,
el cordero, o la debilidad graciosa, que va al matadero, a la cruz, sin dar un
balido; y que en esa cruz quita, borra, aniquila, los pecados del mundo. Pero
no sólo los quita, sino que los asume, carga con ellos. La cruz es el trágico
signo del pecado al que Jesús se ata; sólo hay un cirineo que le ayudará a
llevar la cruz durante un tiempo, porque, al final, él carga con todo el dolor
humillante y trágico del madero y se deja perder en él. Jesús, como siervo,
dijo una vez: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad», y cumplió hasta el extremo.
El cordero, o la debilidad, Diario, salvando; Dios actúa siempre desde la sobriedad,
nunca desde el boato (19:31:37).
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