lunes, 20 de enero de 2014


20 de enero de 2014. Lunes.

JUGANDO A LOS DADOS CON LOS AÑOS
 
Juego de dados, en Google
 
-Ayer, domingo y lluvia; doble felicidad. Porque la lluvia es como una metáfora que define lo que es la fiesta dominical. Para el creyente, el domingo es una fiesta de palabra, de pan, de vino, de fraternidad; y para la tierra, la lluvia es su fiesta de vida y ensoñación, de hojas y frutos, y algún pájaro, que no es hoja, pero que es parte de su mundo y su sinfonía. Feliz el árbol que acoge un nido, oí decir a un roble viejo, sabio él. El domingo y Dios; y la lluvia y la vida, que es otro modo de decir bien de Dios, que hizo el cielo y la tierra, con la lluvia y los océanos.
Sin embargo, la lluvia, a veces, hace que el personal se lo piense dos veces antes de  salir de casa. La lluvia, o el dulzor del hogar caliente, y se lo piensa uno; y casi siempre vence la opción de la comodidad del sofá y un libro en la mano o la otra del sofá y el agujero negro de la tele, que, aunque acierte y se redima alguna vez, tantas cosas, no obstante, se traga, desde lo ético al buen gusto, e incluso la buena marcha afectiva y de comunicación en la familia. Si habla la tele, la familia calla y mueren las palabras que unen, y las miradas que explican lo que quizá no dicen las palabras.
Ayer, yo que salí de casa y me mojé, me temí lo peor en lo referente a la asistencia a misa, en San Blas. Tanto es así, que mi amigo Luis, se quedaba, dijo, para hacer bulto, él que sólo había ido por cuestiones técnicas. Es el caso que llovía bien y con ruido de bendición; un concierto de tamborileo de los dedos del aguacero sobre la carrocería del coche. Bella percusión, que un servidor suele disfrutar. Y, llegado a San Blas, volví a mojarme y toqué a misa; abrí la iglesia y esperé. Y no ocurrió lo que temía: fueron llegando los fieles, primero los más ancianos (Inés, faltó Concha, 95 años), seguidos de los más jóvenes (mis nuevos lectores) y luego el resto: respetable asistencia. En la homilía hablé de la lluvia, que como la palabra de Dios, cae y no se marcha sin dar fruto; y del bautismo de Jesús, también hecho con agua, bautismo de agua se llamó. Y, tras la catequesis a Irene y Saray, el resto del día, en casa, leyendo, escribiendo, jugando a los dados con los años, mis años, y no dejándome llevar por la melancolía, que, en estas circunstancias de lluvia y soledad, se hace más insistente y belicosa, y se pone al oído a incordiarme, pero a la que venzo jugando a los dados con los años, y con Candela que, desde Canarias, me invita a cenar, la cena que (tres añitos) ella misma hace, dice; por supuesto que no pude ir.
Así fue, Diario, mi día de domingo e inclemencia; bello, por estar hecho, como diría Umbral, con palabras de lluvia (18:42:48).

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