4 de marzo de 2020. Miércoles.
ESO CREO YO
El bichito en su trapecio, riendo. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Creo
en Dios y, con condiciones, en la ciencia. Y también con condiciones en los que
en lugar de a Dios pusieron a la ciencia en su pedestal. Es decir, soy agnóstico
con respecto a la ciencia y creyente en Dios. No es que diga que no creo en la
ciencia, que sí: creo en la ciencia, pero no hasta el punto de divinizarla. Lamento
y rezo por los que han sido alcanzados por el virus coronado (mañana me puede tocar
a mí), ese parásito microscópico, impertinente, glotón, sin elementos propios en los que
poder sobrevivir, y que tiene la necesidad de refugiarse en una célula para poderse reproducir. Y es en este proceso de supervivencia, cuando el tal bicho puede
ser dañino, hasta el punto de poner en alerta a sabios, a pobres, a ricos, a ciudades,
a naciones (políticos), y hacer temblar y acongojarse al planeta, con gemidos y
lágrimas de impotencia. Es entonces cuando caen en la cuenta de que la ciencia (esa
diosa) que habían colocado en el pedestal de Dios, no les soluciona todos los problemas,
y, levantando los ojos al cielo, lloran la contrariedad. Y, como niños, se ponen
a estudiar al bichito, que, bajo el microscopio, ríe, llora, se esconde, hace visajes
(es como un Charlot inquieto), hasta que el sabio logra dar con su ADN o su ARN, y hallado el medicamento adecuado, destruirlo. Y en esas estamos: rogando y con el mazo
dando; que una cosa, Diario, no quita a la otra, o eso creo yo (19:02:58).
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