domingo, 8 de marzo de 2020

8 de marzo de 2020. Domingo.
LA MUJER PERFECTA

Poema de la mujer perfecta. Murcia. F: FotVi

-Se abre el domingo como un día en que aparece la maravilla. Y maravilla es llegar a domingo y poder decir esto, sin que suene a mal chiste o a baladronada. Hasta para el pobre-pobre de Pablo Neruda es un día de maravilla, pues podrá salir a alargar la mano sin frío y con su voz, libre de refriados, proclamar su escasez, o su poesía en la escasez. Hoy es el día de la mujer: de mi madre Francisca, trabajadora y sonriente, aún en la desgracia (con dos hijos –niños– enfermos); de mi primera maestra en el parvulario, Sor Matilde, la que me enseñó las letras y alguna oración, siempre cariñosa y adornada de un bella celeridad contagiosa; y de la primera mujer que, sin pedírselo, me dio de merendar después del rosario, un día de mucho frío, la Tía Teresa, mujer de caridad sin aspavientos, madre del sacristán. Y otras muchas, que han ido forjando mi vida y dándole claridad a mi sacerdocio, impregnándolo de inspiración y de vuelos poéticos, y sinceros. También éticos. Toda mujer, para un servidor, es un don de Dios, que entra en la vida para que la Historia se mueva un poco, y así hacerla más luminosa, y más himno, y más belleza. Hoy digo mujer y saltan en mi boca todas las mariposas y aleluyas que hay en ella, y las dejo en el recuerdo de mi madre, donde siempre alentó, Diario, el poema de la mujer perfecta (19:16:18).

2 comentarios:

  1. Tu madre, mi madre, las madres de nuestra niñez, las madres entregadas al cuidado y manutención de nuestras bocas y al aliento de nuestras vidas de diablillos buscadores de platos de sémola, del tomate partido o del arroz y alubias, nuestras madres, aquellas madres calladas, sufridoras y voluntariosas tienen en nuestras almas el monumento al amor desinteresado, al celo, a la dedicación plena al fruto de sis entrañas. ¡Viva la madre que nos parió!

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    1. Por eso, en el día de la mujer, querido José María, he querido hacer mención de la mujer - mi madre sobre todas-, y de las otras mujeres que moldearon mi vida como el escultor extrae de la piedra la estatua y la exhibe hermosa y sudorosa, el sudor de su trabajo. Mujeres que, además, nunca perdían la sonrisa y siempre tenían en la boca una plegaria para el cielo, pues compaginaban el "ora et labora" como un natural quehacer, sin aspavientos ni consignas. Sí, José María, esas perfectas señoras, que ahora se recuerdan como el tesoro escondido de nuestra niñez. Pues, sí, ¡que viva...!

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