31 de julio de 2021. Sábado.
PEQUEÑO CONCIERTO
PEQUEÑO CONCIERTO
-Cada mañana me levanto con la ilusión del que tiene que dar un pequeño
concierto –el de la vida– ante un reducido auditorio: Dios y las personas de la
Casa. Ayer el calor ardía fuerte, pero el aire acondicionado daba un respiro. Pensaba,
sin embargo, en los que no tienen tal alivio. En el pobre de la calle y en los
niños del suburbio. Y en los que, de sol a sol, trabajan en el campo, con la
sola protección de un sombrero, un trago de agua o el limpiarse la frente con un
pañuelo, casi siempre oscuro de sudor. Me esfuerzo en sonreír con los ojos, para
vencer la perversidad de la mascarilla. Al ir a escribir, me tienta la pereza,
pero la venzo escribiendo. Aunque sean garabatos, aunque apenas digan algo las
palabras que elijo. También sé que cualquier palabra es sabia, en cualquier
momento te dice algo. Es mejor tachar una palabra, que, por indolencia, no
escribirla. Leo poco y, tras la lectura, medito mucho; no busco la cantidad,
sino la calidad: siempre hay un más allá en las palabras; si entras en su
cripta, verás cómo se mueven y ríen, y lloran, las palabras. Además, antes de ser
dichas, miran. Como si dijeran: «Yo te he visto antes.» «No leas de prisa –me
dijo mi maestro de Literatura–: antes de pasar de una palabra, detente y
muérdela, como muerdes un grano de uva, y sácale todo su sabor.» Así lo hago, Diario,
y las palabras me saben a Dios, a pájaro, a madre, a Sí, a amor, a «universo
que entra por todos los poros». (Alejo Carpentier). Y como dice el poeta: «¡Dejo
caer palabras / en los ojos, / para ver más allá de su misterio!». (11:27:36).